A partir de un montón de piedras de Ciprián Cabrera Jasso

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Librerías El Sótano (México, D.F. y Puebla)

Informes: Grupo Editorial Benma, S.A. de C. V.

Prólogo

Javier Abreu es el personaje de quien nos quiere hablar el narrador de esta sorprendente novela, el cual es un narrador homodiegético, de acuerdo con la terminología de Jean Genette. Este tipo de narrador va viviendo la historia desde dentro y es parte del mundo relatado. Sin embargo, el narrador de A partir de un montón de piedras es un narrador asombrado, sí, su personaje lo desquicia y lo deslumbra pues en algunos momentos se advierte su propia creación o su propia inexistencia.

En imbricada relación con Aura, la obra maestra de Carlos Fuentes, la narración nos convulsiona por sus juegos misteriosos en la caracterización de los personajes y los hechos, inclusive del propio narrador quien con su personaje, Javier, se escinde en un mar de confusiones fantasmagóricas, magistralmente descritas por la impecable pluma de Ciprián Cabrera Jasso.

La vida del narrador-reportero, Andreas, visita este pueblo fantasma el cual tiene, por fortuna aunque en la madrugada, la parada del único autobús. Todo ocurre en un lugar llamado Chablé, que a la manera de Comala, el legendario poblado colimeño de Pedro Páramo, nos recuerda la no presencia, el poder alucinatorio de intrigantes enigmas, los cuales envuelven al lector en un complejo proceso por intentar comprender el pasado, el presente y el vínculo entre la realidad contada, la realidad in situ de la obra y la realidad que el lector recupera a través de la inquietante lectura. De esta manera al leer A partir de un montón de piedras nos internamos en el mundo imaginario creado por un personaje fantasma, Javier, su esposa cuasi inexistente, Milena, y un narrador cuyos dilemas y avatares llegan a ser los nuestros.

Una leyenda que se convierte en realidad, una realidad creada por la mente de un narrador-personaje, o por «el de afuera», como llaman al posible creador tanto Javier Abreu como la cuidadora –fantasma– de la casona que conserva y revive el recuerdo de sucesos materializados en papel.

Los comensales invitados a la suculenta cena de Javier Abreu exponen sucesos acaecidos en el pasado, todos disfrutan, excepto nuestro narrador-reportero, los manjares fantasma o muertos. Hay una suerte de exquisita camaradería entre el narrador y los invitados a cenar.

Cabrera Jasso define la soledad y los sueños de manera prodigiosa. Su poderosa prosa nos lleva a atar y desatar historias de la historia, recreación alucinante de hechos sucedidos, contados y descubiertos a la vez de inventados por la imaginación de personaje y narrador.

«Somos lo que la gente imagina que somos o lo que nosotros mismos imaginamos que somos», señala la voz prestada por Javier al narrador en una ineluctable confesión.

El nombre Milena pareciera un juego de palabras, una elisión de una «E» y evasión del nombre verdadero que podría ser Elena, mi Elena, MiElena, Milena; quien nos es mostrada con un negro pasado, un hijo que no tuvo o que murió, un embarazo que quizá no existió o que fue de alguien de quien no se sabe nada; una mujer que llegaba al borde de la excitación mientras lamía unos viejos árboles hasta sangrar la lengua y derramar su sangre en la cabeza de Javier. Una mujer sin cara ni cuerpo, quizá inventada por la sugestión que Javier ejercía en las mentes de los demás, así como en nuestras propias mentes, las de los lectores.

Las palomas, aves intermitentes e interminables, a la manera de Hitchcock, merodean la escena de la ancestral casona, listas para el combate, para el ataque férreo contra el único ser vivo en el pueblo de muertos en vida, vida de muertos.

La imagen representada «usted nunca logrará vislumbrar lo que realmente yo imagino y pienso», es la imagen que no puede ser mostrada, es la confesión de la inverosimilitud de la novela, es la negación de la propia existencia.

«Somos personajes de papel», señala un viejo que presta su voz al narrador, cuyos ojos grisáceos se han mimetizado con la atmósfera del pueblo.

No hay mejor bendición –entre los humanos– que la del olvido. Así, Javier suplicaba el olvido como lo hacía el narrador.

A partir de un montón de piedras no puede ser una historia de amor pero tampoco es de desamor, es una historia de la nada de la que no se puede recuperar nada que contar; es la historia inventada por la mente de un personaje extraído de la historia contada. El narrador-reportero, parece incapaz de tener lista la historia de amor que iba a descubrir y a describir en ese pueblo de Chablé entre Javier y Milena; por lo tanto, debe partir del pueblo, de la casona, del jardín grisáceo, de las verdades, de las mentiras, de todo lo poco que ha recuperado en ese lugar sin vida y sin verdad. Se irá en un autobús que pasa por la madrugada, o que al menos espera que ese autobús y esa parada y la llegada en la madrugada sean reales.

Ciprián Cabrera Jasso, académico, viajero, maestro, escritor incomparable, pensador y humanista, transita en los límites de la irrealidad en A partir de un montón de piedras, la cual se perfila como la novela cumbre de esta época.

                                                                                 Las Editoras